PAPÁ, ¿JUEGAS?
Los niños, además de esperar que sus padres les compren muchos juguetes (el de los niños españoles admite que le regalan todo lo que quiere y mitad dice que recibe más juguetes de los que pide), quieren, sobre todo, que los adultos jueguen con ellos.
"A mis padres no les gustan los videojuegos, ni quieren aprender a usarlos. La madre de mi amigo juega con él y además le gana. Eso sí que es una madre enrollada". "Habría que conseguir que los padres tuvieran más tiempo para estar con nosotros, pero no sólo para cosas serias, sino también jugando". Así opinan dos niños de entre y años que viven en Coslada, un municipio del extrarradio de Madrid con casi niños. Sus preocupaciones se recogieron en el Libro Blanco de la infancia y uno de los problemas identificados fue: "Padres que juegan poco con sus hijos y/o no tienen tiempo porque trabajan muchas horas".
"El niño necesita incentivos y aprobación", señala la pedagoga Petra Perez,, "le gusta que el adulto intervenga en su vida, que juegue con él. En todas las culturas, en todas las épocas". Nunca va a estar más cerca de sus padres que jugando con ellos. Es una forma de estar juntos que los iguala y hace olvidar por un momento quien manda. Pero sin prisas. "Si no le damos tiempo para jugar a su ritmo, o le interrumpimos con otras demandas, impediremos que aprenda a concluir experiencias y solucionar problemas".
Jugar con los niños es la mejor manera de conocerlos. La Escuela de Clínica Psicoanalítica de niños y adolescentes de Madrid recomienda a los padres investigar por qué los niños piden determinado juguete, porque a veces el niño usa el juguete para sentirse más valorado por sus compañeros. El recurso de usar el juguete como premio puede estar bien siempre que el objeto sirva para enriquecer su relación con los adultos y no para que el niño se entretenga y los deje en paz.
Los niños de las grandes ciudades no tienen espacio ni tiempo para jugar. Los pisos no disponen de trasteros o patios donde los niños puedan jugar en grupo, y el tráfico de las calles tampoco permite muchas libertades. En países como España, donde la natalidad es baja, los niños tienen pocos hermanos o primos, no conocen a los vecinos y el juego se ha convertido en un acto sedentario y solitario. "Por eso los críos de las ciudades se alegran de volver al colegio cuando terminan las vacaciones, han sustituido los patios y buhardillas por la escuela, y volver a clase supone el reencuentro y la posibilidad de jugar con sus colegas".
Unicef hizo una prueba en Holanda. Se permitió que algunos terrenos urbanos recuperaran su forma salvaje y los niños terminaron creando un espacio para jugar que en nada se parecía a los parques infantiles que conocemos. Los niños de Coslada proponen que al parque sólo entren niños, que los bancos se pongan en corros y las papeleras estén a su altura. En el medio rural es diferente. No hay tanta prisa y la calle es de todos. "En el Valle del Pas (Cantabria) aún juegan a vacas, un juego que consiste en imitar las labores ganaderas de los mayores", señala Juan Peralta, director del Museo del Niño.
El País Semanal. Domingo, 5 de enero de 2003
Los términos subrayados en "Pero sin prisas." (3er. párrafo) y "... aún juegan a vacas" (último párrafo), podrían reemplazarse respectivamente por: