TEXTO I

“Adultescentes”: un fenómeno que se extiende

Hasta cuándo los padres “bancan” a los hijos

Rondan los 30 años; muchos son profesionales y tienen trabajo, pero por diversos motivos aún se resisten a independizarse

Soledad Vallejos

En España se popularizó como el síndrome de Peter Pan. En algunos países de América Latina se los bautizó “adultescentes” (3) y en los Estados Unidos también se los llama kidults (por la unión de las palabras kid, niño, y adult, adulto). Se trata de un fenómeno social que, con distintas denominaciones, echa raíces y se extiende por todo el mundo: los hijos que postergan su independencia y continúan viviendo en la casa de sus padres.

Muchos son profesionales, tienen trabajo y, en algunos casos, también pareja estable. Rondan los 30 años y forman parte de una generación que se resiste por algún motivo – o, mejor dicho, varios (1) – a cortar definitivamente el cordón umbilical en busca de una autonomía y un espacio propio.

Es el caso de Esteban Abud, un joven de 26 años que, según confesó a La Nación (2), no tiene ningún apuro por irse de la casa donde vive con toda su familia. “Vivo con mi mamá, mi papá y mis hermanos, y como la casa es grande cada uno tiene su intimidad. La mayor parte de mi sueldo la destino al ahorro porque, si tengo que pagar un alquiler en este momento, los números no cierran. Antes de mudarme tengo otros planes, como un viaje a Europa, por ejemplo.”

Pero ante este panorama, ¿qué piensan los padres? ¿Hasta cuándo están dispuestos a vivir bajo el mismo techo con sus hijos y asistirlos económicamente? De acuerdo con los entrevistados, la mayoría comprende la situación por la que atraviesa la generación actual de jóvenes, y en consecuencia respalda la decisión de sus hijos.

“Yo me fui de mi casa cuando me casé, a los 25 años” – recuerda Esteban Abud padre. “Pero con mi mujer pudimos comprarnos una casa y formar una familia siendo muy jóvenes, algo que hoy para nuestros hijos resultaría casi imposible.”

Como en todo hecho social contemporáneo, la socióloga María Constanza Street, docente de la Universidad de Buenos Aires, advierte que detrás de este fenómeno se esconden múltiples causas. “La actual precariedad laboral y la dificultad de acceso al crédito privado los condiciona. Y para los padres también resulta más difícil ayudar económicamente a sus hijos; por eso una forma de colaborar es dejar que destinen sus ingresos al ahorro y al consumo personal en vez de colaborar con el presupuesto de la casa.”

Para enriquecer el debate, Gabriel Sedler, psicólogo y especialista en jóvenes, aporta otra teoría. “Montados sobre el discurso de la crisis económica y la falta de inserción laboral, se suman otros motivos: irresponsabilidad, padres sobreprotectores y un ambiente de crecimiento con demasiadas libertades y ningún tipo de exigencias. Pero esto después tiene sus costos, ya que en cierta etapa de la vida, donde los padres deberían estar pensando más en descansar, recuperar su intimidad y algunos hábitos postergados durante la crianza de sus hijos, continúan trabajando para mantenerlos. Todas las inquietudes siguen concentradas en ellos, y eso los convierten en majestades pero sin reino propio.” (4)

(www.lanacion.com.ar)

que se resiste por algún motivo - o, mejor dicho, varios - (1).

un joven de 26 años que, según confesó a La Nación. (2).

As formas sublinhadas favorecem o encadeamento de ideias, expressando, ao mesmo tempo, determinados objetivos do enunciador.

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