TEXTO I

Epitafio para las musas

Álvaro Samaniego

Es normal que le pregunten a un escritor acerca de cómo se inspira o con quién. Más normal todavía que le digan: “¿Vas a buscar a tus musas?” (1) y le guiñen el ojo con complicidad de machos que se soportan en terrenos prohibidos.

Los libros dicen que las musas son seres mitológicos que traen la inspiración en una pequeña caja adornada de plata y topacios, dicen que solamente por su intermedio es posible la creación literaria.

Nunca en mi vida he visto a ninguno de esos seres, que serán horribles seguramente, porque no puede ser hermoso quien sea capaz de traer en sus manos un arreglo divino al terrestre y corriente problema de la creación.

Por el carácter divino de las musas tendrán sabor a productos envasados al vacío. Los hombres siempre admiraremos lo divino, pero solamente lo humano nos conmoverá, hará que nos entremezclemos.

Supongo que utilizarán su condición de deidades para bajar al mundo invisibles y que solamente se las sienta. Pero tampoco eso me ha pasado, a menos que las vibraciones y los sonidos estomacales se deban a las portadoras de la inspiración y no a la excelente menestra del almuerzo.

Hay quienes dicen que se inspiran en la noche, con música de Rachmaninov y existen los que se conectan con la creación después de tomar media botella de vodka. Ni lo uno ni lo otro conmigo.

Ni dioses ni cuenteros ni alquimistas, la creación no es un asunto de magia. Puede ser que esto me pase porque he trabajado dos décadas en el periodismo (tengo 41 a cuestas) y he escrito literatura al mismo tiempo. Lo cierto es que yo creo en el trabajo, no en la inspiración de las musas.

El sello editorial Punto de Lectura acaba de publicar mi primera novela, Las Reglas del Circo (advertencia: no tiene nada que ver con la política), un esfuerzo por describir la microsociedad que se organiza alrededor de una carpa de circo (2). En este caso, no hubo inspiración divina, la escribí a pesar de las musas.

La magia, la realidad, lo humano, lo divino, todo está ahí; pero, entonces, viene lo importante. Trabajar con disciplina, con responsabilidad y pasión. Quemar pestañas, raspar codos y sacar ampollas a las neuronas. Trabajar y hacerlo con el corazón en la mano.

Desde un punto de vista existe un error en el título porque no es posible escribir un epitafio de alguien que no existe, pero si no tuviera alternativa me queda claro que el epitafio de las musas debería decir “Aquí yace una mentira”.

(www.elcomercio.com)

Samaniego desenvolve a tese da inexistência das musas e nega a inspiração como requisito para a criação literária.

  1. a) Retire do texto, em espanhol, dois fragmentos em que o autor caracteriza as musas de modo irônico.

  2. b) Explique em português de que modo o sétimo parágrafo contribui para reforçar a tese defendida pelo autor.