Llegué (1) a la estación y vi que la gente subía y bajaba, los vendedores de comida, sandwiches y bebidas gritaban sus pregones (4). A unos cinco metros un señor con una gorra azul gritaba: “Pasajeros al tren. Tren con dirección a la capital”. Yo subí (2) al tren para ver cómo era por dentro.

________ sentí que el tren comenzaba a moverse. Se me hizo un nudo (5) en el estómago por la sorpresa y el miedo instintivo a lo desconocido me dejó paralizado. La voz de una señora que estaba sentada al frente mío (7) me preguntó: “¿Vas a la capital?”. Le respondí (3), contándole mi historia, que por curiosidad subí al tren. Ella me dijo: “Entonces te bajas en la próxima estación y vas al puesto de policía. Les dices que te has perdido y ellos te harán llegar a tu casa”. ¿Cuántos años tienes?” preguntó curiosa. “Seis años, señora” contesté yo. “¿Cómo te llamas?” añadió. “Paco, señora” contesté otra vez. “Bueno, siéntate a mi lado”.

Yo me senté tranquilamente. Tenía la sensación de estar protegido por esa señora. Hasta ese momento no había pensado mirar por la ventanilla del tren. Cuando me di cuenta, me acerqué (8) lo más posible y me senté sobre un paquete de mercadería. Veía desfilar ante mis ojos valles, cerros, mercados, pueblos, gentes. Esto me hizo recordar mucho el cinema, mejor dicho, una película que había visto. Para mí la sala del cinema era ese tren, y la pantalla (6) era la ventana por donde veía desfilar la vida de la gente. Como iba muy rápido el tren, veíamos pedazos de paisajes, pedazos de fiestas, o sea que nuestros ojos veían un tiempo de vida y un pedazo de espacio; en nuestra ausencia todo seguía su ritmo normal, y eran los pasajeros los que aceleraban sus vidas y abandonaban o cambiaban su realidad cotidiana adaptándose a otra.

(Adaptado de: ALIAGA, Francisco. El llamado de la montaña. In: Caminos del idioma. Paris: Didier, 1988. p. 61.)

La alternativa en que la palabra frente expresa la misma idea que en la expresión sentada al frente mío (7) es